Hoy hace un mes y un día que no estás con nosotros.
Sabíamos que podía salir mal, que las cosas iban a cambiar en el momento en que entraste, diciendo adiós con la mano, convencido de volver, aunque fuera a medias.
Aquel último wopper no te supo tan bien como querías, porque olvidaron de quitarle el pepinillo.
-¿Tienes miedo? Pregunté.
-No. ¿Tú?
-¿Seguro? ¿Ni un poquito?
-Seguro. Sois vosotros los que lo tenéis, confío en el doctor. Esta vez irá bien.
Dos días más tarde, todo cambió.
Nació esa pequeña vocecita que no para de decir que corra sin mirar atrás.
Sabes que no volverá.
Corre.
No habrá más risas viendo Los Simpson.
Huye.
No habrá más partidas absurdas al street fighter II, ni al Streets of Rage, ni a ningún videojuego.
Vete.
No habrá más llamadas a última hora de la tarde para que te consuele porque has discutido con mamá.
Corre.
No habrá más consejos sobre nada. Ahora caminas sola.
Sola.
Huye.
Él se ha ido, ahora sólo es un espejismo, y por mucho que lo intentes, en el fondo, sabes que no dara resultado. No va a volver.
Es una decision cobarde, pero deseas tomarla y lo sabes.
Corre y no mires atrás.
viernes, 31 de julio de 2015
lunes, 1 de junio de 2015
Hacía mucho tiempo que no tenía la necesidad de pasar por aqui, y de hecho esperaba no tener que volver, pero al final, una vez más, teclear puede ayudarme a aliviar un poco mi dolor.
No espereis una entrada poética, porque no es esa la idea, así que si estás leyendo en busca de metáforas te encuentras en la entrada equivocada.
Hace aproximadamente dos años, mi hermano decidió casarse con su mujer después de un noviazgo que yo considero corto para la toma de una decisión así, pero si eso era lo que querían, estaba bien. Él y yo, para que os hagais una idea, éramos más bien como padre e hija que como una pareja de hermanos, y ha sido mi único apoyo en los momentos más dificiles de mi cuarto de siglo.
Y sí, éramos, porque desde que comenzó su noviazgo las cosas comenzaron a cambiar. Se mostraba distante conmigo, cada vez más, poco a poco comenzamos a dejar de compartir experiencias, aficiones y cenas para reemplazarlas por un silencio o simplemente obviar cualquier cosa que tuvieramos en común. Él decía que estaba comenzando a crecer, que debía hacer yo lo mismo e incluso con el tiempo llegó a reirse de mis aficiones aunque en algún momento también fueron las suyas.
Poco a poco las cosas fueron cambiando más, él se volvió más callado y dejó de lado todo aquello que le gustaba. Yo lo achaqué a que por fin estaba haciendo su vida y por eso las cosas estaban cambiando.
Pero, aunque eso era una parte del asunto, lo peor estaba por llegar.
Hace un par de semanas, le detectaron un tumor cerebral.
Ocupa la cuarta parte de la superficie del cerebro, y aunque afortunadamente es benigno, tienen que operarle.
Van a dormirle doce horas, intubarle y abrirle la cabeza.
Tengo miedo, mucho. Miedo de que cualquier mínima cosa pueda salir mal, desde una simple hemorragia hasta que pueda perder vista, desarrollar paraplegia, perder la memoria, no volver a ser el que era e incluso no volver.
Tengo miedo de que mi madre no supere ésto, ella llora cada vez que me descuido, y me preocupa de la misma manera.
Tengo miedo de perderlos, a cualquiera de los dos, pero perder a mi hermano para mí es perder el mundo, porque él es más que nadie.
Es el único que ha estado ahí siempre y para todo, quien sabia sacarme una sonrisa y por quien dejé de pensar en autolesionarme.
Por si las cosas no pudieran ir peor, aun era posible.
El pasado miércoles terminé mi contrato y por tanto soy un parado mas de este país, Hasta ahí todo bien, tengo cotizado suficiente así que esperaba que me dieran una pequeña ayuda. Y fectivamente me la dan, Pero como únicamente trabajaba dos horas a la semana (hola, reforma laboral de mierda) se me queda en la increíble cantidad de 20 euros mensuales.
Como consecuencia, voy a tener que volver al trabajo que más he detestado jamás, lo cual me produce ansiedad, dolor de cabeza, no poder estar con mi hermano todo lo que me gustaría ni con mi pareja siempre que quisiera. Pero si no vuelvo no puedo acceder a una prestación mayor pese a que cumplo los requisitos.
Con lo cual me veo fuera del hospital, trabajando en algo que detesto mientras mi hermano me necesita con el.
Maravilloso 2015.
No espereis una entrada poética, porque no es esa la idea, así que si estás leyendo en busca de metáforas te encuentras en la entrada equivocada.
Hace aproximadamente dos años, mi hermano decidió casarse con su mujer después de un noviazgo que yo considero corto para la toma de una decisión así, pero si eso era lo que querían, estaba bien. Él y yo, para que os hagais una idea, éramos más bien como padre e hija que como una pareja de hermanos, y ha sido mi único apoyo en los momentos más dificiles de mi cuarto de siglo.
Y sí, éramos, porque desde que comenzó su noviazgo las cosas comenzaron a cambiar. Se mostraba distante conmigo, cada vez más, poco a poco comenzamos a dejar de compartir experiencias, aficiones y cenas para reemplazarlas por un silencio o simplemente obviar cualquier cosa que tuvieramos en común. Él decía que estaba comenzando a crecer, que debía hacer yo lo mismo e incluso con el tiempo llegó a reirse de mis aficiones aunque en algún momento también fueron las suyas.
Poco a poco las cosas fueron cambiando más, él se volvió más callado y dejó de lado todo aquello que le gustaba. Yo lo achaqué a que por fin estaba haciendo su vida y por eso las cosas estaban cambiando.
Pero, aunque eso era una parte del asunto, lo peor estaba por llegar.
Hace un par de semanas, le detectaron un tumor cerebral.
Ocupa la cuarta parte de la superficie del cerebro, y aunque afortunadamente es benigno, tienen que operarle.
Van a dormirle doce horas, intubarle y abrirle la cabeza.
Tengo miedo, mucho. Miedo de que cualquier mínima cosa pueda salir mal, desde una simple hemorragia hasta que pueda perder vista, desarrollar paraplegia, perder la memoria, no volver a ser el que era e incluso no volver.
Tengo miedo de que mi madre no supere ésto, ella llora cada vez que me descuido, y me preocupa de la misma manera.
Tengo miedo de perderlos, a cualquiera de los dos, pero perder a mi hermano para mí es perder el mundo, porque él es más que nadie.
Es el único que ha estado ahí siempre y para todo, quien sabia sacarme una sonrisa y por quien dejé de pensar en autolesionarme.
Por si las cosas no pudieran ir peor, aun era posible.
El pasado miércoles terminé mi contrato y por tanto soy un parado mas de este país, Hasta ahí todo bien, tengo cotizado suficiente así que esperaba que me dieran una pequeña ayuda. Y fectivamente me la dan, Pero como únicamente trabajaba dos horas a la semana (hola, reforma laboral de mierda) se me queda en la increíble cantidad de 20 euros mensuales.
Como consecuencia, voy a tener que volver al trabajo que más he detestado jamás, lo cual me produce ansiedad, dolor de cabeza, no poder estar con mi hermano todo lo que me gustaría ni con mi pareja siempre que quisiera. Pero si no vuelvo no puedo acceder a una prestación mayor pese a que cumplo los requisitos.
Con lo cual me veo fuera del hospital, trabajando en algo que detesto mientras mi hermano me necesita con el.
Maravilloso 2015.
lunes, 11 de agosto de 2014
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Y entonces, rompí a llorar.
Sin saber muy bien si la razón de mis lagrimas era la impotencia de que una vez más aquello me supere, o la alegría que siento de tenerte a mi lado.
Nunca, nadie me había respetado de esa manera. Una palabra, y todo se detiene, no hay razón para seguir.
¿Estás bien?
No.
Y lo único que hiciste fue abrazarme y dejar que todo fluyera.
Hacía mucho que no te pasaba, dijiste, y yo sentí impotencia.
Pero de vez en cuanto te tiene que pasar, es normal. Y entonces sentí alivio.
Me besaste.
No te preocupes, está bien. Y no has dado un paso atrás, seguro que se te pasará y no habrás retrocedido.
Te besé.
Y pensé en la fortuna que tengo sólo por el hecho de tenerte conmigo
Gracias, una vez más, por tu paciencia, por soportar esto conmigo y por ayudarme como nunca nadie me ha ayudado a ir cerrando la única herida que soy incapaz de cerrar por mí misma.
Te amo.
Sin saber muy bien si la razón de mis lagrimas era la impotencia de que una vez más aquello me supere, o la alegría que siento de tenerte a mi lado.
Nunca, nadie me había respetado de esa manera. Una palabra, y todo se detiene, no hay razón para seguir.
¿Estás bien?
No.
Y lo único que hiciste fue abrazarme y dejar que todo fluyera.
Hacía mucho que no te pasaba, dijiste, y yo sentí impotencia.
Pero de vez en cuanto te tiene que pasar, es normal. Y entonces sentí alivio.
Me besaste.
No te preocupes, está bien. Y no has dado un paso atrás, seguro que se te pasará y no habrás retrocedido.
Te besé.
Y pensé en la fortuna que tengo sólo por el hecho de tenerte conmigo
Gracias, una vez más, por tu paciencia, por soportar esto conmigo y por ayudarme como nunca nadie me ha ayudado a ir cerrando la única herida que soy incapaz de cerrar por mí misma.
Te amo.
lunes, 18 de noviembre de 2013
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Entonces, la foto ocupó casi toda la pantalla del portátil.
Aquel primer plano me devolvió a aquellos días y no pude evitar llevarme las manos a la cara.
Por todo aquello, aquellos años en los que, si ya era cerrada, lo fui aun más.
Aquellos años en los que salir a la calle suponía un reto.
Una vergüenza de la que por más que lo intentaba no podía librarme y que, además, veía todo el mundo.
Comentarios al pasar de gente de mi edad mencionando el asco que sentían al mirar.
Comentarios de niños que preguntaban inocentemente qué me pasaba y sus padres no sabían qué contestar para evitar cualquier comentario hiriente, así que por lo general se dedicaban a decir que estaba enferma.
Comentarios de amigos de mis padres que daban consejos absurdos bienintencionados pero que sólo me hacían sentir mal... como si el chorizo, que ni siquiera me gusta, o la higiene, tuvieran la culpa.
Miradas que decían todo cuando comía inocentemente un donut, una palmera o un simple helado con pepitas de chocolate.
Aquellos años en los que la mera idea de ir al instituto me hacía ponerme enferma.
Desde apuntes rotos hasta bolitas de chicle mascado en el pelo pasando por pintadas en la mesa y notas con dibujos.
Y qué decir del pobre chico por el cual me sentía atraída. Le respaldaban como si el hecho de que yo sintiera algo fuera una maldición y fuera a pegarle cualquier cosa.
Una vez hicieron hasta una canción al respecto. Me la cantaban por los pasillos.
Nunca unos buenos días, ni un hola al pasar al aula.
Con suerte llegaba lo suficientemente pronto como para que no hubiera nadie o lo suficientemente tarde como para que la clase hubiera empezado, y la mitad de días mentía diciendo que no me encontraba bien.
Tiempo después de que todo aquello terminase,cada mañana me llevaba las manos a la cara para comprobar que realmente todo había pasado y no era un sueño.
Y hoy me acuerdo y no puedo evitar llorar por todo, porque aunque la parte externa esté curada, hay cosas que no se borrarán.
Aquel primer plano me devolvió a aquellos días y no pude evitar llevarme las manos a la cara.
Por todo aquello, aquellos años en los que, si ya era cerrada, lo fui aun más.
Aquellos años en los que salir a la calle suponía un reto.
Una vergüenza de la que por más que lo intentaba no podía librarme y que, además, veía todo el mundo.
Comentarios al pasar de gente de mi edad mencionando el asco que sentían al mirar.
Comentarios de niños que preguntaban inocentemente qué me pasaba y sus padres no sabían qué contestar para evitar cualquier comentario hiriente, así que por lo general se dedicaban a decir que estaba enferma.
Comentarios de amigos de mis padres que daban consejos absurdos bienintencionados pero que sólo me hacían sentir mal... como si el chorizo, que ni siquiera me gusta, o la higiene, tuvieran la culpa.
Miradas que decían todo cuando comía inocentemente un donut, una palmera o un simple helado con pepitas de chocolate.
Aquellos años en los que la mera idea de ir al instituto me hacía ponerme enferma.
Desde apuntes rotos hasta bolitas de chicle mascado en el pelo pasando por pintadas en la mesa y notas con dibujos.
Y qué decir del pobre chico por el cual me sentía atraída. Le respaldaban como si el hecho de que yo sintiera algo fuera una maldición y fuera a pegarle cualquier cosa.
Una vez hicieron hasta una canción al respecto. Me la cantaban por los pasillos.
Nunca unos buenos días, ni un hola al pasar al aula.
Con suerte llegaba lo suficientemente pronto como para que no hubiera nadie o lo suficientemente tarde como para que la clase hubiera empezado, y la mitad de días mentía diciendo que no me encontraba bien.
Tiempo después de que todo aquello terminase,cada mañana me llevaba las manos a la cara para comprobar que realmente todo había pasado y no era un sueño.
Y hoy me acuerdo y no puedo evitar llorar por todo, porque aunque la parte externa esté curada, hay cosas que no se borrarán.
domingo, 7 de julio de 2013
jueves, 11 de abril de 2013
A.S.I
Si soy sincera no he tenido una semana muy buena en el colegio.Ninguna es buena del todo, pero ésta ha sido especialmente dura por las cosas que sabes que pasan a tus alumnos y con las que no puedes hacer más que mirar y esperar mientras algunos de tus niños tratan de sobrevivir como pueden. Y lo peor es que aun sabiéndolo, tienes que callar.
En la clase de 4 años hay un niño que tenía un comportamiento un poco raro, que se ha acentuado muchísimo en los últimos días.
Ahora no obedece, ignora a las profesoras, durante la realización de fichas las dobla y las rompe y usa únicamente el color rojo aunque sepa que tiene que usar otros colores. El color rojo, pese a ser uno de los favoritos de los niños y si se usa en combinación con otros simboliza estabilidad, al ser usado en sus dibujos como color único simboliza falta de autocontrol, irracionalidad y sexualidad prematura.
Acude al centro desatendido, sucio y en ocasiones con el pijama bajo la ropa, la cara manchada y en con arañazos.
Tanto es así que la tutora ha decidido llevar al niño a la enfermería, donde le han preguntado cómo se ha hecho esos arañazos.
La contestación del niño fue: Me los ha hecho papá. Papá es muy malo.
Tenerlo delante y no poder hacer nada me pone los pelos de punta.
En la clase de 4 años hay un niño que tenía un comportamiento un poco raro, que se ha acentuado muchísimo en los últimos días.
Ahora no obedece, ignora a las profesoras, durante la realización de fichas las dobla y las rompe y usa únicamente el color rojo aunque sepa que tiene que usar otros colores. El color rojo, pese a ser uno de los favoritos de los niños y si se usa en combinación con otros simboliza estabilidad, al ser usado en sus dibujos como color único simboliza falta de autocontrol, irracionalidad y sexualidad prematura.
Acude al centro desatendido, sucio y en ocasiones con el pijama bajo la ropa, la cara manchada y en con arañazos.
Tanto es así que la tutora ha decidido llevar al niño a la enfermería, donde le han preguntado cómo se ha hecho esos arañazos.
La contestación del niño fue: Me los ha hecho papá. Papá es muy malo.
Tenerlo delante y no poder hacer nada me pone los pelos de punta.
Sigo aquí!
Últimamente tengo tantas cosas que hacer que apenas tengo tiempo para dedicarme a escribir en este blog, y aunque poca gente lee mis andaduras es posible que piensen que lo he cerrado. ¡No amigos! No cerraría esto sin antes despedirme (y no, no es esa la razón de esta entrada).
Estoy terminando la carrera y me encuentro haciendo prácticas en un colegio de mi pueblecito al noroeste de la Comunidad de Madrid. Es un cole bastante conflictivo, lo que aumenta considerablemente mi trabajo, además estoy ultimando los detalles de mi cosplay para Expomanga Madrid 2013, y tengo esto un poco abandonado...
En fin, que sepan que sigo por aquí y de vez en cuando, cuando tenga algo que contar, publicaré alguna cosa, no os preocupeis.
Un saludote!
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