Tomo el autobús de vuelta a casa deseando llegar y olvidarme del planeta, tumbarme y dormir.
Sin embargo no tengo sueño, sólo ganas de llorar de la impotencia.
Impotencia de ver cómo mi trabajo no avanza. Cómo a pesar del esfuerzo sigue estancado, y va a peor.
Llegué deseando poder hablarte, contarte, y disfrutar de esa manera que tienes de sacarme sonrisas cuando creo que es imposible.
Pero en lugar de eso te encuentro igual de hundido que yo por una razón que aún desconozco.
Enciendo la radio mientras espero que vengas y el disco que hay puesto me hunde aún más en la miseria de este dia horrible pero no soy capaz de girarme a apagarlo así que apago mi cerebro sin más y me dejo llevar...
miércoles, 28 de septiembre de 2011
martes, 27 de septiembre de 2011
...
Hoy tuve que echar horas extra dando clases particulares porque mañana tienen examen.
Se me fue la tarde volando y por azares del destino le vi, ya que llegó a casa pronto. Intenté mantener una conversación con él sobre mi dia a dia pero, como siempre, me dio la sensación de que en ese acto comunicativo falla el receptor, por lo que la conversación poco a poco dejó de ser tal para ser monólogo.
Le conté que hoy he tenido clase de didáctica de la música.
Ni siquiera ha preguntado.
Ni se ha inmutado después del revuelo que formé cuando, gracias al cambio de programa estudiantil universitario eliminaron las especialidades y tuve que empezar a tragarme una carrera que no era exactamente lo que quería, y esperar otros dos años antes de tener al menos un par de horas semanales dedicadas a lo que realmente quiero.
Le ha entrado por un oido y salido por el otro.
Como todo.
Pero no me sorprende, a día de hoy, después de dos años, más de cinco insistiendo y el hecho de que mi hermano también estudió allí, ni siquiera sabe el nombre de mi universidad. No sabe cuánto me cuestan las cosas tan básicas como el abono mensual. No sabe mis aficciones, ni por qué dejé el violonchelo.
Ni la especialidad de bachiller que cursé.
Ni qué sufren mis ovarios.
Ni me llama cuando voy al médico.
Y ni le preguntes el nombre de una de mis amigas.
Y por supuesto, hoy, ahora mismo, cuando le he visto hace apenas tres horas, no le preguntes qué clase tuve hoy, por que no te lo dirá.
En fin...
Se me fue la tarde volando y por azares del destino le vi, ya que llegó a casa pronto. Intenté mantener una conversación con él sobre mi dia a dia pero, como siempre, me dio la sensación de que en ese acto comunicativo falla el receptor, por lo que la conversación poco a poco dejó de ser tal para ser monólogo.
Le conté que hoy he tenido clase de didáctica de la música.
Ni siquiera ha preguntado.
Ni se ha inmutado después del revuelo que formé cuando, gracias al cambio de programa estudiantil universitario eliminaron las especialidades y tuve que empezar a tragarme una carrera que no era exactamente lo que quería, y esperar otros dos años antes de tener al menos un par de horas semanales dedicadas a lo que realmente quiero.
Le ha entrado por un oido y salido por el otro.
Como todo.
Pero no me sorprende, a día de hoy, después de dos años, más de cinco insistiendo y el hecho de que mi hermano también estudió allí, ni siquiera sabe el nombre de mi universidad. No sabe cuánto me cuestan las cosas tan básicas como el abono mensual. No sabe mis aficciones, ni por qué dejé el violonchelo.
Ni la especialidad de bachiller que cursé.
Ni qué sufren mis ovarios.
Ni me llama cuando voy al médico.
Y ni le preguntes el nombre de una de mis amigas.
Y por supuesto, hoy, ahora mismo, cuando le he visto hace apenas tres horas, no le preguntes qué clase tuve hoy, por que no te lo dirá.
En fin...
viernes, 16 de septiembre de 2011
Profes
Un retraso y demasiada seriedad inicial propiciaron que me pusiera en lo peor: otra músico fustrada que acaba dando clases para niños, o como en este caso, clases para enseñar a dar clases a niños.
Sin embargo, poco a poco el hielo se fue rompiendo.
Después del primer sermón y según ella el más largo del curso, nos hizo levantar nuestros pesados traseros del asiento para ponernos a mover el esqueleto.
Tímidos al principio pero a rompiendo a carcajadas al final pasamos más de una hora disfrutando como solíamos hacer en el colegio.
Recordé entonces que hubo un tiempo en que yo disfrutaba así cada día. Sin prejuicios, sin presiones, sin vergüenza...
Recordé, con más claridad de la que esperaba, que efectivamente el niño que llevamos dentro nunca muere si no permitimos que sea así.
Y sobre todas las cosas, recordé por qué estoy donde estoy y qué quiero hacer con mi vida.
Quiero hacer sentir así a un montón de mocosos cada mañana cuando sus padres los dejen en el colegio. Quiero que rian a la vez que aprenden, que quieran volver a mi clase con una sonrisa... y que la que se lleven les dure días.
Quiero ser profe de música. Sin ninguna duda.
Sin embargo, poco a poco el hielo se fue rompiendo.
Después del primer sermón y según ella el más largo del curso, nos hizo levantar nuestros pesados traseros del asiento para ponernos a mover el esqueleto.
Tímidos al principio pero a rompiendo a carcajadas al final pasamos más de una hora disfrutando como solíamos hacer en el colegio.
Recordé entonces que hubo un tiempo en que yo disfrutaba así cada día. Sin prejuicios, sin presiones, sin vergüenza...
Recordé, con más claridad de la que esperaba, que efectivamente el niño que llevamos dentro nunca muere si no permitimos que sea así.
Y sobre todas las cosas, recordé por qué estoy donde estoy y qué quiero hacer con mi vida.
Quiero hacer sentir así a un montón de mocosos cada mañana cuando sus padres los dejen en el colegio. Quiero que rian a la vez que aprenden, que quieran volver a mi clase con una sonrisa... y que la que se lleven les dure días.
Quiero ser profe de música. Sin ninguna duda.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Viaje
Dejo el peso muerto en las suaves aguas mediterráneas y disfruto de un poco de paz...
Las olas me balancean, cierro los ojos y me transporto a la última vez que el mar y yo fuimos uno.
El mecer del agua me aleja de la orilla... y recuerdo aquellas horas eternas de coche en silencio.
Me acerca... y recuerdo cómo nos reíamos todos juntos.
Me aleja... y aquellos momentos tensos cuando se franqueaba la línea de la amistad.
Me acerca... y la guerra de barro
Me aleja... y los besos a escondidas
Me acerca... y la desnudez acuática en la noche.
Me aleja... y aquellos abrazos vacíos.
Me acerca... y recuerdo aquellas colchonetas que hinchamos a pulmón...
Aquel viaje fué un vano intento de olvidar, de dejar las dos semanas anteriores aparte y disfrutar como los buenos amigos que éramos.
Sin embargo, todos sabíamos que en realidad era una despedida. Porque una vez volviéramos a casa, la tormenta volvería con más fuerza dispuesta a hacer que cada uno tomáramos un camino distinto.
Y así fué.
Todo murió definitivamente en aquel viaje. Después de una estocada, una agonía y la atadura involuntaria a la vida. Y aun así profanamos el cadáver de nuestra amistad un poco más...
Las olas me balancean, cierro los ojos y me transporto a la última vez que el mar y yo fuimos uno.
El mecer del agua me aleja de la orilla... y recuerdo aquellas horas eternas de coche en silencio.
Me acerca... y recuerdo cómo nos reíamos todos juntos.
Me aleja... y aquellos momentos tensos cuando se franqueaba la línea de la amistad.
Me acerca... y la guerra de barro
Me aleja... y los besos a escondidas
Me acerca... y la desnudez acuática en la noche.
Me aleja... y aquellos abrazos vacíos.
Me acerca... y recuerdo aquellas colchonetas que hinchamos a pulmón...
Aquel viaje fué un vano intento de olvidar, de dejar las dos semanas anteriores aparte y disfrutar como los buenos amigos que éramos.
Sin embargo, todos sabíamos que en realidad era una despedida. Porque una vez volviéramos a casa, la tormenta volvería con más fuerza dispuesta a hacer que cada uno tomáramos un camino distinto.
Y así fué.
Todo murió definitivamente en aquel viaje. Después de una estocada, una agonía y la atadura involuntaria a la vida. Y aun así profanamos el cadáver de nuestra amistad un poco más...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)