Hoy he descubierto que sigo sin tener fuerzas para terminar esa entrada, y eso que llevo escribiendo una semana y está casi lista.
Cada día que pasa me acerca, una vez más a esa fecha.
Este año, sin embargo, todo es diferente... y precisamente por eso me cuesta tanto abrir para expresar.
Aunque sé que si no lo hago, si permanezco callada, si me niego a abrir esa caja, me arrepentiré el resto del año.
Por una vez, no quiero que llegue la primera semana de marzo.
jueves, 24 de febrero de 2011
miércoles, 23 de febrero de 2011
Miércoles.
Estabas sentado en un banco frente a mí. Yo te agarraba como de costumbre, de pie, con tu rostro entre mis manos.
Hablabamos con más gente, había alguien de pie a mi lado, y una chica al tuyo. Recuerdo sentir más presencias, pero no tengo la seguridad de haberlas visto.
Te miré, buscando una sonrisa de esas que me quitan el aliento... pero tú no me mirabas a mí.
Ella se levantó y tú la acompañaste sin decirme nada.
Me quedé mirando cómo os alejabais caminando mientras reíais y os mirabais... y entonces os tomasteis de la mano. Como si fuera la primera vez, con timidez, poco a poco.
No pude apartar la mirada y la imagen se congeló.
De repente no había nadie a mi alrededor, sólo vosotros, parados, cogidos de la mano y sonriendoos.
Me vi desde fuera cuando por fin logré apartar la mirada de esa imagen.
Mi figura, ennegrecida, con vosotros de fondo es algo que aun pasada media mañana seguía estando presente.
Eso y el mal cuerpo con el que volví a la consciencia.
Y la maldita sensación de que esa maldita imagen es real.
Desde luego, asco de miércoles.
Hablabamos con más gente, había alguien de pie a mi lado, y una chica al tuyo. Recuerdo sentir más presencias, pero no tengo la seguridad de haberlas visto.
Te miré, buscando una sonrisa de esas que me quitan el aliento... pero tú no me mirabas a mí.
Ella se levantó y tú la acompañaste sin decirme nada.
Me quedé mirando cómo os alejabais caminando mientras reíais y os mirabais... y entonces os tomasteis de la mano. Como si fuera la primera vez, con timidez, poco a poco.
No pude apartar la mirada y la imagen se congeló.
De repente no había nadie a mi alrededor, sólo vosotros, parados, cogidos de la mano y sonriendoos.
Me vi desde fuera cuando por fin logré apartar la mirada de esa imagen.
Mi figura, ennegrecida, con vosotros de fondo es algo que aun pasada media mañana seguía estando presente.
Eso y el mal cuerpo con el que volví a la consciencia.
Y la maldita sensación de que esa maldita imagen es real.
Desde luego, asco de miércoles.
domingo, 20 de febrero de 2011
Ayer, como cada sábado salí de casa para coger el primer autobús de los dos que cojo para verte.
Ayer, volví a encontrarme con el que durante muchos años fue mi mejor amigo. Estuvimos hablando en lo que duró el trayecto hasta mi parada, donde se birfurca nuestro camino, sobre muchas cosas.
Entre ellas, el pasado reciente.
Me contó varios comportamientos que algunas personas tuvieron al enterarse del giro radical que dió mi vida el pasado verano. Me contó que le gritaron por nombrarme en un cumpleaños al que asistió a primeros de julio. Me contó que, en definitiva, para algunas personas soy de todo menos bonita, aunque eso no me sorprendió.
Agradezco que él decidiera ser imparcial, como siempre, una voz sensata en este pueblo de locos.
Odio que la gente se meta en mi vida sin saber. Sufrí al enterarme de lo que estaba pasando y no pude hacer nada por remediarlo.
Me culparon por comenzar a querer.
Y cuatro años después me culpan por dar el estacazo final a lo que una vez fueron sueños e ilusiones.
Podéis iros al infierno. Nunca, repito, nunca he deseado no haber conocido a nadie. Ni siquiera a aquel que me robó el tesoro más preciado del planeta.
Y sin embargo, con vosotros empiezo a dudarlo.
Ayer, volví a encontrarme con el que durante muchos años fue mi mejor amigo. Estuvimos hablando en lo que duró el trayecto hasta mi parada, donde se birfurca nuestro camino, sobre muchas cosas.
Entre ellas, el pasado reciente.
Me contó varios comportamientos que algunas personas tuvieron al enterarse del giro radical que dió mi vida el pasado verano. Me contó que le gritaron por nombrarme en un cumpleaños al que asistió a primeros de julio. Me contó que, en definitiva, para algunas personas soy de todo menos bonita, aunque eso no me sorprendió.
Agradezco que él decidiera ser imparcial, como siempre, una voz sensata en este pueblo de locos.
Odio que la gente se meta en mi vida sin saber. Sufrí al enterarme de lo que estaba pasando y no pude hacer nada por remediarlo.
Me culparon por comenzar a querer.
Y cuatro años después me culpan por dar el estacazo final a lo que una vez fueron sueños e ilusiones.
Podéis iros al infierno. Nunca, repito, nunca he deseado no haber conocido a nadie. Ni siquiera a aquel que me robó el tesoro más preciado del planeta.
Y sin embargo, con vosotros empiezo a dudarlo.
lunes, 14 de febrero de 2011
San Valentín
Hoy, aburrida en el tren, recordé el primer San Valentín que celebré.
Me escribieron una carta y la dejaron en el buzón de mi casa. Mi madre recogió el sobre y me lo dió.
No recuerdo nada a pesar de que la leí un trillón de veces. Y venía acompañada de un regalo, pero tampoco recuerdo nada.
Los años han ido pasando y poco a poco dejé de regalar nada comprado por este santo tan absurdo en el que se aprovechan de los sentimientos de las personas para hacer caja. Prefiero pensar eso a pensar que hemos llegado al punto de no saber expresar lo que sentimos por alguien si no es con algo material.
Admito que yo misma he hecho regalos por San Valentín. El primero, que correspondió a aquella carta, fue un llavero muy peculiar y otra carta.
En los últimos años, sin embargo, he decidido expresar lo que siento este día con un postre casero.
Pero cualquier día haré lo mismo aunque no sea mediados de febrero ni el día del amor. Porque yo celebro que estoy enamorada con cada beso que le doy a mi pareja, con cada gesto, con cada cita. No necesito una fecha para corresponder a eso.
Tampoco me gustaría que mi pareja la necesitara.
Porque cualquier regalo es mil veces más agradecido si es desinteresado y en una fecha cualquiera sin señalar.
Sólo queda por añadir, que cada uno haga lo que crea oportuno.
Feliz día del amor.
Me escribieron una carta y la dejaron en el buzón de mi casa. Mi madre recogió el sobre y me lo dió.
No recuerdo nada a pesar de que la leí un trillón de veces. Y venía acompañada de un regalo, pero tampoco recuerdo nada.
Los años han ido pasando y poco a poco dejé de regalar nada comprado por este santo tan absurdo en el que se aprovechan de los sentimientos de las personas para hacer caja. Prefiero pensar eso a pensar que hemos llegado al punto de no saber expresar lo que sentimos por alguien si no es con algo material.
Admito que yo misma he hecho regalos por San Valentín. El primero, que correspondió a aquella carta, fue un llavero muy peculiar y otra carta.
En los últimos años, sin embargo, he decidido expresar lo que siento este día con un postre casero.
Pero cualquier día haré lo mismo aunque no sea mediados de febrero ni el día del amor. Porque yo celebro que estoy enamorada con cada beso que le doy a mi pareja, con cada gesto, con cada cita. No necesito una fecha para corresponder a eso.
Tampoco me gustaría que mi pareja la necesitara.
Porque cualquier regalo es mil veces más agradecido si es desinteresado y en una fecha cualquiera sin señalar.
Sólo queda por añadir, que cada uno haga lo que crea oportuno.
Feliz día del amor.
domingo, 13 de febrero de 2011
Anoche
A veces me sorprendo de lo rápidas que pueden pasarse casi veinte horas cuando las pasas bien acompañada.
No obstante, esta vez fue distinto.
Han pasado ya seis meses desde aquella primera vez que pude contemplarte y aun así cada vez me sorprendes de una manera distinta.
Me besas, me abrazas, recorres cada milímetro de mi piel como si fuera la primera vez, dejándote llevar poco a poco por lo que yo te transmito y haciéndome querer más de esa magia que sólo tú sabes crear.
Anoche, sin embargo, mi curiosidad necesitaba ir más allá.
Necesitaba sentirte completamente. Rodearte, abrazarte... amarte.
Necesitaba unirme a ti de todas las maneras posibles.
Porque anoche todo lo que podía sentir era mi corazón queriendo salirse de mi pecho, mis ojos perdidos en los tuyos y todo el amor que te tengo luchando por explotar.
Sólo podía pensar que quiero beber de ti hasta hartarme, ahogarme entre tus brazos y ser uno contigo.
Si.. Anoche me dí cuenta de que me importas más de lo que estoy dispuesta a admitir.
No obstante, esta vez fue distinto.
Han pasado ya seis meses desde aquella primera vez que pude contemplarte y aun así cada vez me sorprendes de una manera distinta.
Me besas, me abrazas, recorres cada milímetro de mi piel como si fuera la primera vez, dejándote llevar poco a poco por lo que yo te transmito y haciéndome querer más de esa magia que sólo tú sabes crear.
Anoche, sin embargo, mi curiosidad necesitaba ir más allá.
Necesitaba sentirte completamente. Rodearte, abrazarte... amarte.
Necesitaba unirme a ti de todas las maneras posibles.
Porque anoche todo lo que podía sentir era mi corazón queriendo salirse de mi pecho, mis ojos perdidos en los tuyos y todo el amor que te tengo luchando por explotar.
Sólo podía pensar que quiero beber de ti hasta hartarme, ahogarme entre tus brazos y ser uno contigo.
Si.. Anoche me dí cuenta de que me importas más de lo que estoy dispuesta a admitir.
sábado, 5 de febrero de 2011
7.
Que me encantas es algo que no te pilla por sorpresa. Que haces que me derrita cada vez que me besas, tampoco. De la misma manera que tampoco es nuevo el hecho de que ocupas un lugar especial en mi interior.
Sin embargo sé que mi cabecita loca a veces hace que dudes de todo esto, aunque no lo digas.
Pero quiero que sepas que leí aquel mensaje tantas veces que podría recitartelo sin verlo en cualquier momento.
Que recuerdo como si de una foto se tratara el momento en que, sentado en aquel banco, me miraste y dijiste que te gustaba, sí, pero no...
Recuerdo cómo me temblaba el brazo cada vez que recorría tu cuello con un mechon de mi melena. Y cómo se erizaba tu piel y disfrutabas de aquella sensación.
Recuerdo cuando, tras pasar toda la tarde abrazados bajo aquel arbol, caminamos juntos de la mano como si tal cosa.
Recuerdo el peso de tu cuerpo sobre el mío momentos antes del mordisco más placentero de la historia, y la manera en que agarraste mi muñeca en aquel instante.
El sabor y la torpeza del primer beso que me diste y cómo, ruborizado, sonreíste y volviste a intentarlo.
La manera en que se nos atragantaban esas dos palabras que aún hoy a veces se traban y tu forma de pararme, a mí y al tiempo, aquel atardecer en que el primer te quiero salió de tus labios.
Tus mejillas encendidas cuando lo escuchaste de los míos.
Los nervios de la primera noche solos...
Y todos esos detalles que hacen que me enamore más de tí cada segundo que pasa, como la forma en que sonríes cuando te miro.
El brillo de tus ojos.
Cada sonrisa que me arrancas, cada abrazo, cada uno de los minutos que te levantas antes cada mañana sólo por vernos antes de que el tren nos separe de nuevo y que hacen que madrugar sea más llevadero...
Por todo eso y más quiero que sepas que aunque a veces creas que me olvido, no es así. Porque me importas. Mucho.
Y quiero que sepas que seguirás importándome.
Felices 7 meses. Te quiero.
Sin embargo sé que mi cabecita loca a veces hace que dudes de todo esto, aunque no lo digas.
Pero quiero que sepas que leí aquel mensaje tantas veces que podría recitartelo sin verlo en cualquier momento.
Que recuerdo como si de una foto se tratara el momento en que, sentado en aquel banco, me miraste y dijiste que te gustaba, sí, pero no...
Recuerdo cómo me temblaba el brazo cada vez que recorría tu cuello con un mechon de mi melena. Y cómo se erizaba tu piel y disfrutabas de aquella sensación.
Recuerdo cuando, tras pasar toda la tarde abrazados bajo aquel arbol, caminamos juntos de la mano como si tal cosa.
Recuerdo el peso de tu cuerpo sobre el mío momentos antes del mordisco más placentero de la historia, y la manera en que agarraste mi muñeca en aquel instante.
El sabor y la torpeza del primer beso que me diste y cómo, ruborizado, sonreíste y volviste a intentarlo.
La manera en que se nos atragantaban esas dos palabras que aún hoy a veces se traban y tu forma de pararme, a mí y al tiempo, aquel atardecer en que el primer te quiero salió de tus labios.
Tus mejillas encendidas cuando lo escuchaste de los míos.
Los nervios de la primera noche solos...
Y todos esos detalles que hacen que me enamore más de tí cada segundo que pasa, como la forma en que sonríes cuando te miro.
El brillo de tus ojos.
Cada sonrisa que me arrancas, cada abrazo, cada uno de los minutos que te levantas antes cada mañana sólo por vernos antes de que el tren nos separe de nuevo y que hacen que madrugar sea más llevadero...
Por todo eso y más quiero que sepas que aunque a veces creas que me olvido, no es así. Porque me importas. Mucho.
Y quiero que sepas que seguirás importándome.
Felices 7 meses. Te quiero.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Londres
Sentada en esta silla de madera de la biblioteca, al lado de la ventana y aturdida por el calor del radiador, mi mente se prepara para echar a volar mientras veo pasar los minutos como si no tuviera importancia el hecho de que estoy perdiendo el tiempo.
Me acomodo todo lo que puedo y mientras la música penetra en mis oidos de forma tenue, pienso que hace un año, justo hoy, me encontraba en Londres.
La llovizna en la capital inglesa se precipitaba sobre mi pelo, más rubio y más largo de lo que es ahora, mientras paseabamos juntas en lo que ha sido mi primera salida de éste país.
Pienso en cómo hemos cambiado.
Las sonrisas que me dedicó en aquel viaje hoy no son más que recuerdos de lo que eran tiempos mejores, y aunque sé que se repondrá, no puedo evitar sentir nostalgia.
Desvío esos pensamientos y surge entonces la evidencia de cómo he cambiado yo.
Recuerdo que al volver a la pensión, mientras cenaba descalza sobre la cama un poco de pan con fiambre y los muffins más deliciosos del planeta, recibí tu mensaje.
Corto y conciso.
Entonces te llamé. Te conté mis andanzas y nos reímos sobre que el mes que viene es marzo. Debo confesar que una de mis mitades se ilusionó al recibir el mensaje. La otra... no.
Pienso ahora en todo el tiempo que ha pasado desde aquello, y en el presente.
A veces las voces de mi cabeza, esas sensatas que me recuerdan que este cuento también tendrá un final, se silencian y me olvido de eso.
Olvido que nada es eterno.
Olvido que un día se desvanecerá como se desvanecen las flores con la llegada del otoño.
Olvido la impotencia, la desesperación y el dolor.
Olvido que llegaremos a una bifurcación en el camino, y que cada uno tomará una senda diferente.
No quiero olvidarlo, porque quizá de esta manera duela menos. Pero... no puedo evitar hacerme ilusiones de las que se que acabaré arrepintiéndome.
Y sé que es contradictorio y hasta un poco masoquista, pero no quiero dejar de ilusionarme.
Me acomodo todo lo que puedo y mientras la música penetra en mis oidos de forma tenue, pienso que hace un año, justo hoy, me encontraba en Londres.
La llovizna en la capital inglesa se precipitaba sobre mi pelo, más rubio y más largo de lo que es ahora, mientras paseabamos juntas en lo que ha sido mi primera salida de éste país.
Pienso en cómo hemos cambiado.
Las sonrisas que me dedicó en aquel viaje hoy no son más que recuerdos de lo que eran tiempos mejores, y aunque sé que se repondrá, no puedo evitar sentir nostalgia.
Desvío esos pensamientos y surge entonces la evidencia de cómo he cambiado yo.
Recuerdo que al volver a la pensión, mientras cenaba descalza sobre la cama un poco de pan con fiambre y los muffins más deliciosos del planeta, recibí tu mensaje.
Corto y conciso.
Entonces te llamé. Te conté mis andanzas y nos reímos sobre que el mes que viene es marzo. Debo confesar que una de mis mitades se ilusionó al recibir el mensaje. La otra... no.
Pienso ahora en todo el tiempo que ha pasado desde aquello, y en el presente.
A veces las voces de mi cabeza, esas sensatas que me recuerdan que este cuento también tendrá un final, se silencian y me olvido de eso.
Olvido que nada es eterno.
Olvido que un día se desvanecerá como se desvanecen las flores con la llegada del otoño.
Olvido la impotencia, la desesperación y el dolor.
Olvido que llegaremos a una bifurcación en el camino, y que cada uno tomará una senda diferente.
No quiero olvidarlo, porque quizá de esta manera duela menos. Pero... no puedo evitar hacerme ilusiones de las que se que acabaré arrepintiéndome.
Y sé que es contradictorio y hasta un poco masoquista, pero no quiero dejar de ilusionarme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)